La persona más importante de nuestra vida debería ser, sin lugar a dudas, nuestra persona. No hay nadie más importante que nosotros mismos.
A veces lo damos todos por lo demás (yo reconozco que lo hago aun sabiendo lo dañino que puede llegar a ser esto), nos partimos en pedazos y lo hacemos casi sin darnos cuenta. Deseamos mostrar amor, pero exageramos.
Yo no digo que siempre hay que esperar algo a cambio, pero hay que encontrar el equilibrio.
Si dejamos de priorizarnos un instante, luego un día, luego un mes tras otro y otro, llegará un instante en que perderemos nuestra identidad. Me refiero a esa esencia que nos define en nuestros gustos, pasiones, sueños y autoestima.
Toda relación es no solo una interacción, sino un intercambio efectivo y satisfactorio donde ambas partes ofrecen afectos, información y energías por igual. Porque no siempre se es egoísta por esperar algo a cambio. La reciprocidad es dar y ofrecer, es reconocer y ser reconocidos.
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